domingo, 11 de agosto de 2013

Felicidad

En ese momento en que la noche deja paso al día, dejo vagar a mi mente, que rescata recuerdos de días felices.
El olor a café por la mañana acompañado de la suave brisa de Sevilla que se se atreve a asomar por una ventana, abierta demasiado temprano en la mañana, mientras que de fondo se oyen las voces de señores que hablan en la radio de temas aburridos pero que, de forma perfecta, completan la escena.
Una bata a rayas grises y blancas sobre los hombros de una menuda abuela que, siempre atareada, no para de un lado a otro quitando polvo de superficies impolutas hasta que la cafetera anuncia con su peculiar silbido que el café ya está listo.
Yo observo desde la puerta como la luz que entra por la ventana del lavadero ilumina esa cocina en la que descansan las sillas amarillas que tantos desayunos han acompañado.
Felicidad.
Es un sentimiento inexplicable el que me embarga cuando rememoro aquellos días en Sevilla, en los que apenas levantaba un palmo del suelo, pero que están grabados a fuego en mi memoria como si fuera ayer aquél día que me desperté desorientada y me hallé en cuestión de segundos al sentir el aire pasar por la ventana y entremezclarse con el olor a café mientras mi abuela se atareaba limpiando una casa que siempre será mi segundo hogar.
Porque nací gaditana. Pero a Sevilla la llevo bien hondo.
Por eso los amaneceres para mi significan felicidad.

2 comentarios:

Perséfone dijo...

Parece mentira que una palabra tan grande pueda encontrarse detrás de algo tan, aparentemente, insignificante, ¿verdad?

Muy bonita tu entrada.

Un abrazo.

Una ignorante dijo...

La mayoría de las veces, la felicidad se haya en las pequeñas cosas, y no en las grandes ambiciones.

Gracias por leer y comentar.

Saludos!