martes, 10 de diciembre de 2013

No tiene por qué ser lo que parece

Aguanta. No llores. A la gente no le gustan las lágrimas, sino las sonrisas...

Y así construyó su máscara. Decidió que nadie vería una lágrima. Guardaría todas tras un muro.

Con el tiempo el muro fue creciendo y se olvidó de cómo se sentía al estar al otro lado. La máscara se convirtió en segunda piel y los días pasaron mientras se acostumbraba a vivir de puertas para fuera y a sentir de puertas para dentro.

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