miércoles, 23 de mayo de 2012

Dejadme que os cuente un secreto


Hace ya varios años que les perdí y le perdí, y el mismo día en que dejamos de vernos me hice la promesa a mí misma de no dejar entrar en mi vida a nadie que no lo mereciera. No dejaría que me hicieran más daño.

Hubo quien se acercó, desconocedor de mi determinación, y se topó con el muro que yo había levantado. Y hubo también quien estuvo a punto de sobrepasarlo pero sin llegarlo a romper.

Quien se topó con el muro, al verlo tan alto y sin puertas, dio media vuelta y no se detuvo. Y quien estuvo a punto de llegar a pasarlo, al hacerlo sin derribarlo, el muro siempre se interponía y se le hizo tan ardua la escalada, que terminó cansándose y dejándose caer.

Después de ver ambas reacciones, llegué a la conclusión de que lo mejor era colgar un cartel, porque quien avisa, no es traidor. Pero se me presentó un problema: ¿Cómo debería ser ese cartel?

La solución me vino dada como quien no quiere la cosa.

En uno de los pocos actos de coquetería de que hago gala, rescaté de un cajón un anillo que había quedado allí olvidado, y como el anular de la mano izquierda era el único dedo en el que encajaba, fue allí donde fue a parar.

Sin comerlo ni beberlo, me di cuenta de que, al verlo allí, los que se acercaban con según qué intención, daban media vuelta y desaparecían por donde habían venido. Había encontrado mi cartel.

Este primer anillo terminó quedando corroído por el tiempo y la humedad, así que volvió al cajón cuando ya no pude ponérmelo más por miedo a que terminara roto.

Pero al descolgar el cartel, me vi en la misma tesitura en la que me hallara antes, por lo que me hice con otro, procurando que encajara exactamente en el mismo dedo que el anterior.

Ahora es parte de mí, y cada vez que veo acercarse a alguien con intención, saco a relucir mi cartel, porque quien avisa no es traidor.

El día que alguien, pese al cartel, haga el esfuerzo y eche el muro abajo, estaré esperándole tras los escombros con los brazos abiertos. Mientras tanto, lo seguiré sacando a relucir cada vez que alguien venga con la intención de tomar el camino rápido.

Ni puertas, ni escaladas.

Derribos.



¿Sabréis guardarme el secreto?

4 comentarios:

Perséfone dijo...

Tranquila, que mis labios están sellados.

Sólo puedo desear que llegue pronto ese valiente intrépido capaz de trepar ese muro sin que ninguno de los dos resulte dañado por los escombros. Eso sí, no caigas en el error de aumentar la altura del mismo cuando sientas que alguien se acerca a la cima. Eso sería muy injusto para ti.

Un abrazo.

Chiho~ dijo...

Es un metodo interesante, y supongo que esta bien.
Espero alguiens ea capaz de derribar el muro, confio en que sera asi. Nientras tanto no temas a quien se aserque. Tu secreto esta a salvo.

Uncle George dijo...

No se lo voy a contar a nadie. Prometido.

Una ignorante dijo...

Gracias por los comentarios! Y por guardarme el secreto ;)

Perséfone: Procuraré tener tu recomendación en cuenta.

Un saludo!