Hace ya
varios años que les perdí y le perdí, y el mismo día en que dejamos de vernos
me hice la promesa a mí misma de no dejar entrar en mi vida a nadie que no lo
mereciera. No dejaría que me hicieran más daño.
Hubo
quien se acercó, desconocedor de mi determinación, y se topó con el muro que yo
había levantado. Y hubo también quien estuvo a punto de sobrepasarlo pero sin
llegarlo a romper.
Quien
se topó con el muro, al verlo tan alto y sin puertas, dio media vuelta y no se
detuvo. Y quien estuvo a punto de llegar a pasarlo, al hacerlo sin derribarlo,
el muro siempre se interponía y se le hizo tan ardua la escalada, que terminó cansándose y dejándose caer.
Después
de ver ambas reacciones, llegué a la conclusión de que lo mejor era colgar un
cartel, porque quien avisa, no es traidor. Pero se me presentó un problema: ¿Cómo debería ser ese cartel?
La
solución me vino dada como quien no quiere la cosa.
En uno
de los pocos actos de coquetería de que hago gala, rescaté de un cajón un
anillo que había quedado allí olvidado, y como el anular de la mano izquierda
era el único dedo en el que encajaba, fue allí donde fue a parar.
Sin
comerlo ni beberlo, me di cuenta de que, al verlo allí, los que se acercaban
con según qué intención, daban media vuelta y desaparecían por donde habían
venido. Había encontrado mi cartel.
Este
primer anillo terminó quedando corroído por el tiempo y la humedad, así que
volvió al cajón cuando ya no pude ponérmelo más por miedo a que terminara roto.
Pero al
descolgar el cartel, me vi en la misma tesitura en la que me hallara antes, por
lo que me hice con otro, procurando que encajara exactamente en el mismo dedo
que el anterior.
Ahora
es parte de mí, y cada vez que veo acercarse a alguien con intención, saco a
relucir mi cartel, porque quien avisa no es traidor.
El día
que alguien, pese al cartel, haga el esfuerzo y eche el muro abajo, estaré
esperándole tras los escombros con los brazos abiertos. Mientras tanto, lo seguiré
sacando a relucir cada vez que alguien venga con la intención de tomar el camino
rápido.
Ni
puertas, ni escaladas.
Derribos.
¿Sabréis
guardarme el secreto?
4 comentarios:
Tranquila, que mis labios están sellados.
Sólo puedo desear que llegue pronto ese valiente intrépido capaz de trepar ese muro sin que ninguno de los dos resulte dañado por los escombros. Eso sí, no caigas en el error de aumentar la altura del mismo cuando sientas que alguien se acerca a la cima. Eso sería muy injusto para ti.
Un abrazo.
Es un metodo interesante, y supongo que esta bien.
Espero alguiens ea capaz de derribar el muro, confio en que sera asi. Nientras tanto no temas a quien se aserque. Tu secreto esta a salvo.
No se lo voy a contar a nadie. Prometido.
Gracias por los comentarios! Y por guardarme el secreto ;)
Perséfone: Procuraré tener tu recomendación en cuenta.
Un saludo!
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